¡¡Aquí estoy de nuevo!! No me había olvidado de vosotros, pero compromisos laborales complicados, asi como una época difícil de estudios, me han tenido entretenido.
Bueno, y para que mentir...también estuve de vacaciones, jajaja.
Y vaya vacaciones... En los próximos días, os voy a desgranar las experiencias increíbles, curiosas, divertidas que me ocurrieron al otro lado del charco.
Porque si amigos, ¡¡el enfermero cultureta, por fin cruzó el charco!! ¿Destino? Florida.
La Florida que descubrió Ponce de León y hogar ancestral de los indios semínolas.
La Florida salvaje de los Everglades y el pijerío de South Beach.
Un estado que a veces es muy poco Estados Unidos, y otras veces, es Estados Unidos mismo.
Un viaje irrepetible que estaría encantado de repetir.
La historia de como acabé allí empezó hace mucho tiempo. Quizás en el 2000, cuando me compré el Madden. ¿el Madden? ¿Qué es eso? ¿en el 2000? ¿En serio?
Vale, vale. Tranquilos. Ahora os lo explico.
El Madden, es el videojuego de fútbol americano más famoso y vendido de la historia, y de esto que me dio la "pedrada" de comprármelo sin tener ni idea de fútbol americano.
Pero el juego era adictivo y, a base de jugar, me aprendí las normas, y resultó que el football se convirtió en mi deporte favorito junto al fútbol de toda la vida. Y resultó también que había un equipo que tenía un logo muy chulo...que era de una ciudad con nombre de producto íntimo femenino, y cuyos jugadores tenían muy buena media (y que hoy son mis ídolos) y era muy fácil jugar con ellos.
Este equipo eran los Tampa Bay Buccaneers, y llevo 15 años como fan, disfrutando en esos primeros años (incluso ganaron la Superbowl en 2003) y sufriendo en el resto.
Y en aquel momento, cuando empecé a seguirlos en las retransmisiones del Plus, me prometí a mi mismo que los vería en directo en la ciudad de Tampa, en el Raymond James Stadium, y que oiría las detonaciones de los "cañones" del icónico barco pirata de uno de los mejores estadios de la NFL, y que retumban cada vez que el equipo anota un touchdown.
Es cierto que antes de este viaje, y aprovechando las International Series, vi a mis Buccaneers caer apalizados dos veces en Londres...pero no era lo mismo. Wembley es un estadio increíble, pero no era Tampa. No era Florida. Me faltaba algo. Era como la leche sin lactosa, o como ir a un rodicio y comerte la ensalada. Estaba bien...pero no era la experiencia completa.
Asi que, en el año 2012, me puse a pensar en serio como llevar a cabo mi objetivo. Obviamente, no iba a pasarme 10 horas de avión y 3 más de coche para ver un partido y volverme. Así que empecé a investigar que cosas podría haber en Florida interesantes para complementar "el capricho" del partido.
Miami, ciudad de vacaciones (si, Marina D'or en grande) y el parque nacional de los Everglades ya me llamaban la atención...pero hete aquí que descubrí otras atracciones imprescindibles para un cultureta, como el Dali Museum de St. Petersburg (a 20 minutos de Tampa), varias construcciones impresionantes, como la Overseas Highway que une los cayos de Florida, o el espectacular Sunshine Skyway Bridge, un enorme y precioso puente que atraviesa la bahía de Tampa.
Empezaba a pintar mejor Florida. Sonaba a algo más que playa y sol. Aunque unas playas como las de Florida y un clima tan benigno como el del "Sunshine State" eran otros alicientes para recorrerme 1/3 de mundo, no os voy a mentir.
Y tras tres años trabajando y ahorrando, este mes de Abril me tiré al monte, me compré la guía de Florida de Lonely Planet (siempre recomiendo las guías de Lonely Planet, aunque no son baratas) y empecé a mirar el calendario de los Buccaneers para ver que día podía ser el mejor para verlos en casa, y montarme el resto del viaje alrededor de ello.
Mi contrato acababa en el mes de octubre, con lo que el mes tenía que ser Noviembre. Y es que la NFL se disputa en otoño e inicios del Invierno (me alegro de ser fan de un equipo de Florida. Me imagino viendo a los Packers en Wisconsin o a los Vikings en Minnesota...)
Y pronto marqué la fecha en rojo en mi calendario. 8 de Noviembre. Tampa Bay recibía a los Giants de New York.
Asi que a primeros de junio, buceaba por internet y cogía el vuelo y reservaba los hoteles. Del 2 de Noviembre, al 13. 11 días...aunque a casa llegaría ya el día 14.
Reservé con Air Europa. No puedo decir que quedase descontento, y la diferencia de precio (especialmente con la antelación que los cogí yo) era realmente importante. Repetiría con esta compañía sin dudarlo.
También contraté un seguro de viaje (los hay muy asequibles y con gran cantidad de coberturas) y un coche de alquiler. Pues si. Con dos huevos. A conducir por las circunvalaciones de 80 carriles que vemos en las películas. Pero de la conducción, hablaré más abajo y otros días.
¿Los hoteles? A distancia razonable del centro, y de precio asequible...que al final (esta frase nunca se la habéis oído a nadie) solo los quería para dormir.
De los hoteles hablaré en su momento, pero antes de pasar a relatar el viaje contestaré a la otra duda que acecha vuestras mentes...especialmente si me conocéis desde hace tiempo. ¿Este "pringao" se fue solo a Florida? ¿El mismo que le tiene fobia a llamar por teléfono o a preguntar en las tiendas?
Pues si. Me fui solo.
Este viaje no solo era un viaje turístico. Era un reto personal. Una "autodemostración" de madurez y de que cualquiera puede hacerlo. Era un viaje para ver cosas, pero sobretodo, para encontrarme a mi mismo.
Y teniendo en cuenta que ese era el objetivo principal...podemos decir que el viaje fue un éxito.
Asi que ya podéis parar de preguntar si fui solo y mirarme como miraríais a Batman. ¡Que no me fui a Siria o a Sudán!
Bueno, las chicas podéis seguir mirándome como miraríais a Christian Bale, no hay fallo.
Pero sigo. Tras el verano más largo de todos los tiempos, y el más largo Octubre aún, por fin llegó el 2 de Noviembre.
A las 12.15 de la mañana salía mi vuelo hacia Madrid, donde, a las 15 horas, cogería el enlace que me llevaría a Miami.
A las 9, para no variar, aún estaba haciendo la maleta. Con sus tres revisiones pertinentes para comprobar si tenía todo.
Al final, si tienes una tarjeta, dinero y el pasaporte...lo demás sobra. Esas son las únicas cosas imprescindibles.
¿Ropa para ir al sur de Florida incluso en Noviembre? Bañadores, pantalones cortos, camisetas, camisas coloridas, chanclas, protector solar, gorra o sombrero y zapatillas de deporte. Lo demás sobra. En serio. Sobra.
Ah, y gafas de sol. Si, esas que me olvidé, y por lo cual me pasé 11 días con cara de estreñimiento.
Bueno, también recordaros que antes de cualquier viaje a USA, tenéis que rellenar la solicitud de entrada al país, conocida como ESTA. Y recordad que debéis imprimirla y llevarla encima durante la entrada al país, porque os la van a pedir bastantes veces.
Mostrador de facturación. Primera petición de la ESTA, comprobación de pasaporte, maleta, equipaje de mano. Todo en orden. Al ser todo en Air Europa, la maleta, va directa a Miami.
Una preocupación menos para la escala.
Me subo al avión, con las consabidas lágrimas de mi madre y la mirada compungida de mi padre en la memoria (esto todo es muy teatral, pero en realidad, mi madre estaba trabajando, y mi padre me dijo...mira, te dejo aquí, que así no tengo que meter el coche en el parking)
Bueno, eso, que me subo al avión...y compruebo que es una avioneta. Muy pequeño. Acojone total. No le tengo miedo a volar, pero tampoco es mi pasatiempo favorito, y tengo una teoría muy solidaria. Cuanta más gente vaya en el avión, más gente se jode si se estrella, con lo cual, me da menos rabia pensar en palmar.
Pero claro, en ese avión tan pequeñito que ni siquiera iba lleno, me sentía terriblemente inseguro y lamentando la mala suerte que tendríamos unos pocos cuando nos estrellásemos.
Finalmente, en un día precioso y soleado, sin una pizca de viento, mis edificantes pensamientos se equivocaron, y llegamos sin novedad a Madrid.
El gordo que se sentaba a mi lado, no puede decir lo mismo. El 90% de su coca cola se le derramó por el pantalón. Es lo que pasa cuando no entras en el asiento, y además, abres la bandeja, pides una coca cola e intentas leer el periódico al mismo tiempo.
En Madrid, un muy amable agente de seguridad, nos cogió los billetes y las ESTAS a todos los pasajeros del vuelo a Miami y nos hicieron un nuevo control de seguridad donde solo les faltó tocarme el "paquete". Bueno, para que voy a mentir. Si que me lo tocaron. Con mucho tacto eso si, jajajaja.
Y eso que ya estábamos dentro de la zona "segura". Primera muestra de la obsesión de los estadounidenses por la seguridad.
El vuelo salió con retraso, lo que me permitió comerme un grasiento pepito con queso y una coca cola a precio de caviar Beluga y Moet Chandon.
Pensamiento número 1: ¿La gente que trabaja en el aeropuerto de Madrid, especialmente los que atienden la zona de vuelos internacionales, no deberían de tener alguna noción básica de inglés? ¿Al menos los números y poder traducir el menú del local en el que atiendes?
Pensamiento número 2: ¿La comida y bebida de los aeropuertos tiene que ser 400 veces más cara que la de fuera? Si queréis ir a un restaurante exclusivo, olvidaos de El Bulli o el Diverxoo.
La cafetería del aeropuerto os puede arruinar en 10 minutos. Ahí si que no puede ir cualquiera.
Venga, toca la cola para embarcar. Y ahí descubres que los americanos y los españoles, somos igual de gilipollas. Ya pueden decir que primero van a embarcar los de las filas 30 a la 15, que se levanta todo Dios, como si subirse al avión fuese el juego de las sillas. Embarqué el último. Ningún problema. Sobreviví. Aunque no lo creáis.
Alegría. Este avión si que es grande y está lleno de gente.
Disgusto. En los asientos de un vuelo transatlántico, tampoco me caben las piernas.
Bueno, espera. Parece que si echo el asiento para atrás, si que quepo. Pero...pero...¿por qué no funciona? Vistazo hacia atrás...y compruebo que Peter Griffin se sienta detrás de mi.
Imposible mover el asiento ni un milímetro. Genial. Me quedan 9 horas y media tieso como una vela, viendo películas taquilleras y explicándole al matrimonio de Valencia que tengo al lado como funcionan todos los artilugios tecnológicos, como se rellena la declaración de bienes, como se abre el paquete de mantequilla...y hasta donde está el servicio. Eso si, para rellenar la declaración, consigo que me dejen un bolígrafo a regañadientes. No tengo claro si nuestra relación fue simbiótica o parasitaria.
Bueno, cuando casi consigo dormirme, la señora aprovecha para poner en práctica que entendió donde estaba el servicio, y me despierta.
Conclusión: totalmente parasitaria.
La azafata de Valladolid pasa una vez. Me habla en inglés y le contesto en castellano. Pasa otra vez y me pregunta si prefiero Orange Juice, Pineapple juice or Coke, le digo que coca cola, gracias.
Vuelve una tercera vez y a la pregunta de si "chicken or paella" (pronunciado paiela, como no), le digo que pollo.
Y ya cuando viene una última vez, me rindo y le digo, "coffee with milk, please".
Me lo pone, y me dice, "aquí tiene caballero". 😒
9 horas y media después, tras tragarme Fast and Furious 7, Niño 44, La Comunidad del Anillo y los ronquidos del señor de Valencia y de Peter Griffin, llegamos a Miami.
19.30 hora local. 90º Fahrenheit. O sea, 30º centígrados.
Que aeropuerto más cutre y viejo. Primera pregunta. ¿Estaré en Miami o en La Habana? Solo oigo hablar español con acento cubano. Bueno, en realidad, no me coge de sorpresa.
Recogemos la maleta (oh, maleta, mi maleta!!) sin mayores incidencias y me dirijo al control de pasaportes.
Lo pongo en el maquinillo...y hala, no funciona. Acceso denegado. Magnífico. Luego leo la letra pequeña, y si nunca antes has estado en los USA, no puedes hacerlo automático y tienes que pasar una "entrevista personal" con una agente de inmigración que te hace desear no haber nacido.
La agente Rodríguez haciendo preguntas sobre inmigración. Irónico, ¿verdad?
El caso es que, como no tengo nada que ocultar, son 5 minutos, comprobando pasaporte, ESTA y que tienes vuelo de vuelta. A que lugares tengo pensado ir, y poco más.
Acojona más la mirada que te echa la tía, que las preguntas. Realmente, ningún problema.
Atravieso la puerta, y el agente Salas me dice "Welcome back". ¿En serio tengo tanta cara de gringo?
Toca guiarse por las siempre laberínticas indicaciones de los aeropuertos (en Miami, hay más indicaciones en castellano que en inglés, así que los que no dominéis el idioma de Hemingway, no tenéis nada que temer).
Cojo el metro gratuito con destino a la zona de alquiler de coches, y me dirijo a la agencia Álamo, que es con la que contraté. Hay un edificio del tamaño de un estadio de fútbol, solo para el alquiler de coches.
La verdad, es que me tentó alquilar un Mustang (muy asequible) pero el precio del seguro y que había otras cosas en las que prefería gastarme el dinero, me hicieron decantarme por la opción más económica. Un Kia pequeñito.
Llega mi turno tras una pequeña cola ante 8 mostradores. En 7 de ellos hay mujeres latinas, en el séptimo, un tipo pelirrojo y de ojos azules. El empleado encargado de la cola me dice, en perfecto inglés, que ya que soy español y el chico ese habla español, que vaya con el.
Con mi nivel de inglés, no necesito que hable español, pienso. Pero no estoy muy seguro de que sea esa precisamente la persona que mejor habla español de todos los que están aquí trabajando.
En efecto. Su español es, aproximadamente, como mi francés. Cuatro palabras, y mal pronunciadas. Unos cuantos chistes picantes en referencia a las pocas chicas que voy a poder meter en el Kia, y nada más.
Me empeño en hablar en inglés, porque nada me jode más que no entenderme con alguien por estar usando el idioma equivocado. Pero el chaval se toma muy en serio su gran nivel de castellano (aquí, en el CV, pondríamos español nivel medio) y la conversación se hace muy difícil.
Pensad en una conversación para alquilar un coche, seguros, gasolina y peajes en castellano con el senegalés que intenta venderos las pelis del top manta. Pues más o menos.
Al final, me da el GPS, entiendo que me lo pone en castellano, creo que entiendo que todos los peajes me costarán hasta un máximo de 3 dólares al día, e intuyo que tengo que coger el coche en la planta menos dos.
Concordamos en que todo lo demás está ya pagado. No me queda muy claro lo de si tengo que llenar el depósito al entregarlo, porque me dice dos cosas distintas según el idioma. Decido llenarlo justo antes de devolverlo, para terminar aquella conversación de besugos (besHugos en este caso), y me voy a por el coche.
La empleada de abajo, dominicana, tras una bonita anécdota que le aconteció en el metro de Madrid cuando vivió allí, y que podría ser considerada de dos rombos, me dice que no quedan Kias, asi que puedo coger un precioso Chevy Malibú blanco. ¡¡¡Un Malibú!!! ¡¡¡Que mítico!!! Vale que no es igual que el de las películas, pero sigue siendo un Chevy Malibú.
Me subo, coloco el asiento, el volante...y me quedo mirando a la palanca. Mierda, es verdad. Son automáticos.
Tras media hora dentro del coche, con la maleta en el asiento trasero porque no se como se abre el maletero, y ajustando el aire acondicionado (que calor y que manera de sudar), e intentando averiguar como coño funciona un automático, salgo de la plaza de aparcamiento.
Al señor que registra mi salida, le pregunto para que son todas las letras de la palanca.
Tiene sentido. P (de park, aparcar), R (rear, marcha atrás), S (stop), D (drive, conducir) y M (manual).
Nada, de momento, drive y "palante", que cambiar con un secuencial y sin embrague por una ciudad que no conozco y siendo noche cerrada, me parece mala idea.
Pongo la dirección del hotel en el GPS, donde una señora con un bello acento de Camagüey por lo menos, me habla en millas y pronuncia las calles en el inglés de Mariano Rajoy. Creo que ponerlo en inglés hubiese sido mejor, pero conduciendo, no va a poder ser.
"Gire a la derecha" me dice Celia Cruz, y yo, obediente, giro a la derecha. Todo muy despacito, porque eso del automático no lo domino mucho.
Lo siguiente que veo, tras ese "gire a la derecha, miamol" es una avenida de 4 carriles por la que estoy yendo en sentido contrario. Afortunadamente, son las 9 hora de Miami, y no hay nadie viniendo de frente. Aun así, acojone máximo. Piso el freno suavemente para cambiar de sentido, y el embrague a fondo para que no se cale el coche. Espera...¿embrague? esto no tiene embrague. Frenazo brusco. Consigo cambiar de sentido a pesar de temblar como un flan, y sigo sin más incidencias las indicaciones del GPS. Me fijo en una pequeña circunvalación a la derecha de la avenida, que es la que tenía que haber tomado yo, y veo que Celia Cruz no me deseaba mal alguno. Es solo que yo no estaba todo lo atento que debía...y la iluminación de ese camino de cabras era deficitaria.
Le pondré una reclamación al alcalde del condado de Miami-Dade.
Me relajo, coloco la pierna izquierda en posición de contorsionista para recordarme que EL EMBRAGUE NO SE TOCA, y empiezo a disfrutar de conducir mi Malibú por las grandes avenidas de Miami, plagadas de palmeras...y de cochazos.
Mi hotel está en South Beach, la zona más conocida de la ciudad (una ciudad aparte, de hecho) y en 20 minutos llego sin mayores incidencias.
Me bajo del coche, y aún siendo de noche, el calor me da una maravillosa bofetada. Estás en Miami, Huguito. ¿Quién te lo iba a decir a ti?
La azafata de Valladolid pasa una vez. Me habla en inglés y le contesto en castellano. Pasa otra vez y me pregunta si prefiero Orange Juice, Pineapple juice or Coke, le digo que coca cola, gracias.
Vuelve una tercera vez y a la pregunta de si "chicken or paella" (pronunciado paiela, como no), le digo que pollo.
Y ya cuando viene una última vez, me rindo y le digo, "coffee with milk, please".
Me lo pone, y me dice, "aquí tiene caballero". 😒
9 horas y media después, tras tragarme Fast and Furious 7, Niño 44, La Comunidad del Anillo y los ronquidos del señor de Valencia y de Peter Griffin, llegamos a Miami.
19.30 hora local. 90º Fahrenheit. O sea, 30º centígrados.
Que aeropuerto más cutre y viejo. Primera pregunta. ¿Estaré en Miami o en La Habana? Solo oigo hablar español con acento cubano. Bueno, en realidad, no me coge de sorpresa.
Recogemos la maleta (oh, maleta, mi maleta!!) sin mayores incidencias y me dirijo al control de pasaportes.
Lo pongo en el maquinillo...y hala, no funciona. Acceso denegado. Magnífico. Luego leo la letra pequeña, y si nunca antes has estado en los USA, no puedes hacerlo automático y tienes que pasar una "entrevista personal" con una agente de inmigración que te hace desear no haber nacido.
La agente Rodríguez haciendo preguntas sobre inmigración. Irónico, ¿verdad?
El caso es que, como no tengo nada que ocultar, son 5 minutos, comprobando pasaporte, ESTA y que tienes vuelo de vuelta. A que lugares tengo pensado ir, y poco más.
Acojona más la mirada que te echa la tía, que las preguntas. Realmente, ningún problema.
Atravieso la puerta, y el agente Salas me dice "Welcome back". ¿En serio tengo tanta cara de gringo?
Toca guiarse por las siempre laberínticas indicaciones de los aeropuertos (en Miami, hay más indicaciones en castellano que en inglés, así que los que no dominéis el idioma de Hemingway, no tenéis nada que temer).
Cojo el metro gratuito con destino a la zona de alquiler de coches, y me dirijo a la agencia Álamo, que es con la que contraté. Hay un edificio del tamaño de un estadio de fútbol, solo para el alquiler de coches.
La verdad, es que me tentó alquilar un Mustang (muy asequible) pero el precio del seguro y que había otras cosas en las que prefería gastarme el dinero, me hicieron decantarme por la opción más económica. Un Kia pequeñito.
Llega mi turno tras una pequeña cola ante 8 mostradores. En 7 de ellos hay mujeres latinas, en el séptimo, un tipo pelirrojo y de ojos azules. El empleado encargado de la cola me dice, en perfecto inglés, que ya que soy español y el chico ese habla español, que vaya con el.
Con mi nivel de inglés, no necesito que hable español, pienso. Pero no estoy muy seguro de que sea esa precisamente la persona que mejor habla español de todos los que están aquí trabajando.
En efecto. Su español es, aproximadamente, como mi francés. Cuatro palabras, y mal pronunciadas. Unos cuantos chistes picantes en referencia a las pocas chicas que voy a poder meter en el Kia, y nada más.
Me empeño en hablar en inglés, porque nada me jode más que no entenderme con alguien por estar usando el idioma equivocado. Pero el chaval se toma muy en serio su gran nivel de castellano (aquí, en el CV, pondríamos español nivel medio) y la conversación se hace muy difícil.
Pensad en una conversación para alquilar un coche, seguros, gasolina y peajes en castellano con el senegalés que intenta venderos las pelis del top manta. Pues más o menos.
Al final, me da el GPS, entiendo que me lo pone en castellano, creo que entiendo que todos los peajes me costarán hasta un máximo de 3 dólares al día, e intuyo que tengo que coger el coche en la planta menos dos.
Concordamos en que todo lo demás está ya pagado. No me queda muy claro lo de si tengo que llenar el depósito al entregarlo, porque me dice dos cosas distintas según el idioma. Decido llenarlo justo antes de devolverlo, para terminar aquella conversación de besugos (besHugos en este caso), y me voy a por el coche.
La empleada de abajo, dominicana, tras una bonita anécdota que le aconteció en el metro de Madrid cuando vivió allí, y que podría ser considerada de dos rombos, me dice que no quedan Kias, asi que puedo coger un precioso Chevy Malibú blanco. ¡¡¡Un Malibú!!! ¡¡¡Que mítico!!! Vale que no es igual que el de las películas, pero sigue siendo un Chevy Malibú.
Me subo, coloco el asiento, el volante...y me quedo mirando a la palanca. Mierda, es verdad. Son automáticos.
Tras media hora dentro del coche, con la maleta en el asiento trasero porque no se como se abre el maletero, y ajustando el aire acondicionado (que calor y que manera de sudar), e intentando averiguar como coño funciona un automático, salgo de la plaza de aparcamiento.
Al señor que registra mi salida, le pregunto para que son todas las letras de la palanca.
Tiene sentido. P (de park, aparcar), R (rear, marcha atrás), S (stop), D (drive, conducir) y M (manual).
Nada, de momento, drive y "palante", que cambiar con un secuencial y sin embrague por una ciudad que no conozco y siendo noche cerrada, me parece mala idea.
Pongo la dirección del hotel en el GPS, donde una señora con un bello acento de Camagüey por lo menos, me habla en millas y pronuncia las calles en el inglés de Mariano Rajoy. Creo que ponerlo en inglés hubiese sido mejor, pero conduciendo, no va a poder ser.
"Gire a la derecha" me dice Celia Cruz, y yo, obediente, giro a la derecha. Todo muy despacito, porque eso del automático no lo domino mucho.
Lo siguiente que veo, tras ese "gire a la derecha, miamol" es una avenida de 4 carriles por la que estoy yendo en sentido contrario. Afortunadamente, son las 9 hora de Miami, y no hay nadie viniendo de frente. Aun así, acojone máximo. Piso el freno suavemente para cambiar de sentido, y el embrague a fondo para que no se cale el coche. Espera...¿embrague? esto no tiene embrague. Frenazo brusco. Consigo cambiar de sentido a pesar de temblar como un flan, y sigo sin más incidencias las indicaciones del GPS. Me fijo en una pequeña circunvalación a la derecha de la avenida, que es la que tenía que haber tomado yo, y veo que Celia Cruz no me deseaba mal alguno. Es solo que yo no estaba todo lo atento que debía...y la iluminación de ese camino de cabras era deficitaria.
Le pondré una reclamación al alcalde del condado de Miami-Dade.
Me relajo, coloco la pierna izquierda en posición de contorsionista para recordarme que EL EMBRAGUE NO SE TOCA, y empiezo a disfrutar de conducir mi Malibú por las grandes avenidas de Miami, plagadas de palmeras...y de cochazos.
Mi hotel está en South Beach, la zona más conocida de la ciudad (una ciudad aparte, de hecho) y en 20 minutos llego sin mayores incidencias.
Me bajo del coche, y aún siendo de noche, el calor me da una maravillosa bofetada. Estás en Miami, Huguito. ¿Quién te lo iba a decir a ti?
Gustoume moito. Parágrafos breves, ameno, práctico, moi irónico.
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