viernes, 10 de julio de 2015

A RAPA DAS BESTAS

Bueno, en mi entrada de hoy, más que el enfermero cultureta voy a ser el enfermero "enxebreta", o "typical Galician" o algo así.


El sábado pasado tuve la oportunidad de ver uno de los espectáculos más increíbles de relación entre hombre y animal que se puedan imaginar.


A Rapa das Bestas de Sabucedo, en el ayuntamiento pontevedrés de A Estrada.
Esto es, un rito ancestral de corte de crines de los caballos salvajes que habitan los montes cercanos a esta localidad.



Antes de nada, quiero dejar claro que soy un firme defensor del respeto animal, y estoy en contra de cualquier tipo de maltrato del que pueda ser objeto un ser vivo. Bueno, quizá con la excepción de las arañas, que me dan un poco de repelús.


Para empezar diré que, si en algún momento hubiese sentido que los caballos eran objeto de maltrato por parte de los "aloitadores" (asi se llaman los hombres y mujeres del pueblo encargados de lidiar con estos poderosos animales) me hubiese ido inmediatamente, y además me hubiese hecho eco de ello en las redes sociales.



No voy a negar que es posible que las "bestas" sufran cierto estrés cuando son conducidas (sin palos ni cuerdas) a un recinto reducido con el objeto de ser rapadas, desparasitadas y, en caso necesario por enfermedad, separadas del resto de la manada.


Pero este estrés, bajo mi punto de vista completamente personal, solo salía a relucir cuando los garañones, es decir, los machos dominantes, se encontraban en dicho recinto, al que llamaremos "curro" pues es éste su nombre.



Los garañones son animales territoriales, y compartir su espacio con otros no es plato de buen gusto.


Es evidente que estos caballos salvajes no disfrutaban cuando eran montados y agarrados "por los aloitadores", pero también es cierto el indudable celo que éstos ponían en no hacerles daño y en tranquilizarlos una vez los tenían sujetos, y esto se notaba en la parsimonia con la que las nobles bestias volvían con su grupo una vez rapados.



También es conveniente recordar que estos caballos, al igual que cualquier caballo (excepción hecha del escasísimo caballo de Przewalski mongol, del cual hay más especímenes en el zoo de Praga que en el desierto de Gobi) no son estrictamente animales salvajes, si no animales domésticos que, como en este caso, pertenecen a la gente del pueblo, o, como en el caso de los famosos broncos americanos, fueron liberados y se asilvestraron.



Con lo cual, creo que no se puede hablar de interacción gratuita del ser humano con una especie salvaje. No es lo mismo que si lo hiciesen con cebras, por poner un ejemplo.


Además, estos caballos viven 362 días al año libres en los montes, y solo durante tres días son bajados al pueblo (no todos, puesto que al no emplear medios agresivos, a muchos equinos no es posible encontrarlos o desplazarlos al lugar deseado) para pasar la ITV.


Y aunque es posible que tengan estrés (como mi perro, y desde luego, menos que un gato en su transportín cuando van al veterinario) esta interacción con los humanos es fundamental para su supervivencia, ya que, como ya comenté anteriormente, son desparasitados, marcados con un chip para su seguimiento y, en caso de estar enfermos, separados para tomar las medidas oportunas de recuperación y evitar posibles infecciones al resto de la manada.


Por último señalar, que los potros son separados en el momento de su entrada en el "curro" para evitar que puedan ser lastimados.
Es bastante llamativo que sean los niños del pueblo quienes se encargan de separar a las pequeñas "bestas". Es una especie de ritual de iniciación en el "aloitamento" y una manera de inculcar a los más jóvenes el amor por los caballos, que, en Sabucedo, son mucho más que una forma de vida.



Si a pesar de ello no estáis convencidos, podría utilizar la demagogia hablando de los antitaurinos que van a los Sanfermines, de los huevos, pollos, terneras y cerdos que nos comemos tras haber pasado por granjas que harian palidecer a Hitler, o, simplemente, de los caballos que son trasladados de un lado a otro para concursos de hípica, carreras o paseos en fin de semana, quedando encerrados en las cuadras el resto del tiempo.
O algo que es tan tremendamente habitual en Galicia. Los perros de las fincas de fin de semana, que se quedan allí atados en espera de sus amos, sin libertad, sin compañía y a veces, sin alimentos.


Pero dejo ya de enrollarme, que al final parecerá "excusatio non petita, accusatio manifesta".



El caso es que quedé gratamente sorprendido con la rapa en particular y la romería en general.
Tiendas de campaña en un paraje espectacular (esta zona de los ríos Umia y Ulla es de una riqueza natural extraordinaria), churrasco y pulpo a precios realmente populares, buen ambiente tanto para familias como para jóvenes que quieren pasar un buen rato, pero muy alejada de orgías etílicas como el Percebe de Corme, la feria del Albariño de Cambados o A Barca de Muxía, fiestas que se han convertido en meras excusas para emborracharse, y cuanto más mejor.


Eso si, hay que recordar que mucha gente acude a esta fiesta, declarada de interés turístico internacional, y que será importante llegar con tiempo para coger entradas. El "curro" es grande, pero no podemos olvidar que es un recinto con capacidad limitada, y no solo cabe la posibilidad de quedarse fuera, sino que incluso entrando, podemos tener que permanecer de pie o en una posición incómoda, aunque es cierto que al ser circular, vamos a ver bien lo que sucede en todo momento.



Cuando entramos al "curro", nos explicaron varias teorías del origen de la tradición que se remonta, como mínimo, al siglo XVI, y tiene su origen en el santo local, San Lorenzo, y unas ofrendas en forma de caballo que se le realizaron como agradecimiento por varios milagros curativos.


Sin embargo, hay evidencia en varios petroglifos repartidos por los montes adyacentes de que procedimientos similares de corte de pelo a los caballos llevan aconteciendo desde hace miles de años.


Para amenizar la espera de la llegada de los animales, gaitas y agrupaciones populares entretienen al público, que por cierto, debe protegerse con un gorro y crema solar del implacable sol de julio, aunque por suerte, el sábado pasado las nubes protegían de Lorenzo al pueblo de su santo.


Y por fin, nos dicen que los mozos ya están llevando a la manada (unos 200 caballos) al "curro", y se nos pide silencio para que estén tranquilos. Y en efecto, en perfecto orden y con total tranquilidad, los caballos van ocupando todo el ancho del lugar y, como decía, salvo encuentros ocasionales entre garañones dominantes, permanecen en total calma.


Es en ese momento, cuando los niños, siempre supervisados por sus padres, comienzan a retirar a los potros, ellos solos, o, en el caso de los más pequeños, a colaborar en el proceso.
Para ello, los llevarán a las cuadras colindantes con el curro, donde esperarán a reunirse con sus congéneres una vez finalizada la rapa.


Y de pronto, sin previo aviso, el primer mozo se lanza sobre un caballo (para ser exactos el garañón más famoso de toda esa zona, un precioso ejemplar negro, enorme y llamado Makelele) y se monta sobre él mientras el caballo se encabrita, al más puro estilo rodeo americano...pero sin cuerdas ni guantes. A mano desnuda. Otro "aloitador" intenta agarrar la cabeza del caballo, mientras un tercero, le sujeta el rabo de manera que le sea imposible cocear.



Es un caballo espectacular y fuerte, pero en un alarde más de técnica que de fuerza bruta, el "aloitador" que va montado se sincroniza con el que agarra la cabeza, y de un salto se baja, agarrando dicha cabeza por el otro lado.
Le tapan los ojos con sus cuerpos, y se apoyan en el animal para sentirse mutuamente y así, tranquilizarlo.
Y lo que podía parecer un trabajo brutal y propio más de bestias que de hombres (a veces quedan dudas de cual es más bestia de los dos) se convierte en una especie de ballet donde humano y animal quedan unidos por un vínculo que se puede sentir y que llega a emocionar.
Esta técnica de agarre entre dos hombres, se denomina "cruzada", y es la clave para poder reducir a la equino.
En muchas ocasiones el caballo será tirado al suelo, donde, por extraño que parezca, este vínculo es incluso más visible, y tras ser desparasitado y tras serle cortadas las crines, la "besta" se levantará siempre tranquila y relajada. Como sabiendo que ya no le volverá  a tocar el turno hasta el año que viene.


Está claro que es un espectáculo impresionante y que, mientras el animal no está inmovilizado y tranquilo, es también bastante peligroso.
Un mar de patas equinas y un hombre sobre un caballo salvaje son garantía de algún golpe y de alguna fractura, y dos "aloitadores" tuvieron que retirarse lesionados, si bien no de gravedad.
Es importante saber que es lo que se va a ver, y quizá no sea lo más recomendable para personas muy impresionables.



Durante dos horas, la mayoría de los caballos del "curro" fueron rapados, y sus crines, que antiguamente se vendían, van cubriendo la arena, y cada "cruzada" es celebrada por el público y por los aloitadores, especialmente cuando los animales presentan mayor dificultad de la habitual.


Dos horas, como he dicho, pero que se pasan volando mientras uno siente que navega entre el mundo de las tablets y el iPhone 6 con el que toma fotografías y otro mucho más antiguo. Ancestral. Prehistórico.



Finalmente, los "aloitadores" aplauden a los asistentes agradeciendo su asistencia, mientras los caballos, ya muchísimo más tranquilos esperan pacíficamente el momento de ser liberados de nuevo.
Se abren las puertas de las cuadras, los potros vuelven con sus madres, y finalmente, los animales recobran su libertad, con los mozos formando una cadena humana que a la vez, muestra respeto por estas bellas bestias, y les indica el camino para recobrar su libertad.


¿Repetiría? sin duda.

Recuerdo los momentos posteriores a la rapa, caminando en solitario hacia mi coche, aparcado a unos 500 metros del pueblo, con una paz y una tranquilidad inusuales. Con la piel de gallina por haber presenciado algo tan grandioso y a la vez tan difícil de explicar.

Como si realmente, hubiese presenciado la comunión perfecta entre hombre y bestia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario